enunciación sin templo fijo

viernes, 20 de agosto de 2010

Hoy le robé un cuarto de día al universo

Hoy le robé un cuarto de día al universo
y me siento devastado, fatal.
Espero, irremediablemente, la revancha.
Pero ¿cuándo? ¿cómo? ¿dónde?
El por qué, tácito. Toda trasgresión,
tautológica.
Muchos trasgresores tercos, egoístas,
renuentes ante la tradición, racionalísimos
hasta en sus impulsos más íntimos –
si todavía podemos hablar de intimidad
en un paisaje de confesiones
a través de dispositivos remotos.

Hoy le robé un cuarto de día al universo,
y me siento desajustado, fatal.
Sólo me queda esperar la visita vengativa
de una fuerza sin conciencia;
estoy tranquilo, no es nada personal.

Hoy le arrebaté unas horas a la vida.
Y no es normal. No me importa lo que digan.

domingo, 15 de agosto de 2010

P


Sólo para escribir hace falta un silencio

y dos, para escucharse acompañado:

una prórroga contestataria, una venganza muda

la pausa benévola que quizás no hará bien a nadie

y quizá dará vida a un pensamiento correcto

correccional o corregido, co-reinado en dos oídos plácidos de atender

tal vez a otro ruido que dicte un punto y aparte.


Lo he escuchado,


un renglón vacío y musical

sin renuencias, tiempo breve infinitesimal

caudal de posibles palabras

que ni una fue dicha y ahí

en el espacio vacuo de oírse una vez más,

lo fue dicho todo, un punto


una brisa una grafía sin murmullos punto y coma

un aullido en la sordina del condescendiente

y una puerta coma un zaguán coma un túnel coma como un laberinto

aquí no hay rima sólo tiempo de escucharse oír

lo he oído


fue una nada que me puso a hablar

la cesura universal representada en mi oreja una pausa breve

como breve el tiempo de prestarnos la palabra.


¿Cuál le sigue al vocablo tomado tan sólo por el hábito del no dejarse oír?


una sola y las miles que pensaron

la que sea la palabra contigua

siempre y cuando, ahí en la orilla de la otra

huya un silencio para no dejarse hablar.


¿Qué hubo ahí?


¿Cuál habló para no dejarse oír?


Acaso fue la palabra aquél silencio interrumpido no lo sé

pero hubo ahí un momento que no habló

justo igual a aquel madero que cayó y no fue escuchado

porque nadie lo vio caer,

eso dicen muchos y al hablar no escucharon el silencio de su duda


¿a qué suena la duda cuando no se saber oír?


lo pregunto sin cesar en esta ráfaga de tildes cóncavos conciencia de mi habla:

pero oigo un hueco.

quizá la teste de algún calvo inanimado

un sordo eco de palabras inauditas

las que puedo oír adentro de un silencio

si espacio es lo que calla y no es un cuerpo el tiempo en bruto

un tiempo punto

Punto y coma

coma coma

entre

silencios

coma coma

un

espacio

coma punto

Nohaysilencioenlasgrafíassólotiempodecontareltiempoquetardauninstanteennohacerse silencioenelcualescucharelotrosilenciocomapuntoelnuncasilencio:

tan sólo hay palabras.

A propósito de Blanchot

"Dentro de su sueño, nada, nada sino el deseo de soñar" Blanchot

Ella no sabe nada.
Ni si olvida o si ama o si recuerda.
Nada
de la apertura de su sexo o el resplandor de su sonrisa,
si el otro la izó hasta el cielo, la hizo,
y ahora la llama estrella.
Si aquel otro Otro nunca la necesitó.
Si las lágrimas saben a sal,
y la sal a dolor, no lo sabe.
Ella no sabe nada,
nadie la cuestiona, vive
más alla de las murallas de cristal
de la ciudad, nada
sobre la vida de sus padres, una tormenta,
sobre las horas encerrada en su habitación
con golpes en la espalda, se retuerce sobre cubierta.
Nada, nada,
nada.
No sabe, nada.
Si así llegó al mundo o aprendió la indiferencia,
como doctrina o arte,
si cayó, muy profundo, en el futuro,
después de muerta.
Ella no sabe nada del silencio.
Su belleza está en que lo acepta.
No lo sabe, sí, pero tampoco lo pregunta.
Nada.

jueves, 5 de agosto de 2010

Salinos 3

Turismo empaquetado, curiosidad rutinaria;
andando en tierras lejanas tuertos a cámara;
aun de naciones diversas, con recursos distintos, viajan en masa,
sin rostro, gestos iterativos, sorpresas estériles;
los miro merodear y me fundo entre su ignorancia,
porque soy, a final del día, ignorante,
e intento encontrarme en calma;
apenas me rodean los cuerpos se desata una tormenta nerviosa,
se quiebra la sonrisa,
punza la boca del estómago, entera la testa
en profunda agitación, identidad resquebrajada,
añicos de templanza, de pronto el territorio
pierde su lugar, su bandera,
y todos te contestan en inglés.

____

Entre dos cuerpos se interpone una palabra,
varias horas de vuelo, inciertas, turbulentas,
unas cuantas letras y un sin fin de silencios, incompletos,
incómodos,
las miradas que apenas pueden, obtusas, sin
delgados vidrios o lentes intermediarios, torpísimas,
las horas virulentas alimentándose del deseo,
una mano intentando romper el vacío,
la brisa obstinada deteniéndola,
la espera inservible en apariencia, estúpida,
transpiración, respiración entrecortada, tensión a la alza,
la misma palabra flota, impune,
los cuerpos ahora hinchados, enemigos del lenguaje,
pero es su único confidente, su única salida
ante la piel embrutecida,
y ahí sigue la palabra, resonando nefasta, insidiosa,
las mismas cuatro letras, sustitutas de una caricia,
los labios entumecidos, los ojos empolvados,
esos silencios proliferan, oídos olvidadizos,
orejas puro yeso de amantes estatuas,
más y más horas de vuelo, infecciosas,
pobres cuerpos ya sin alas, y uno que los mira caer
escuchando al minutero cantar su tiempo.